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LA ESCRITURA ES UN CAMINO DE CIEGOS HACIA UN LUGAR QUE NO EXISTE


por
Florencia Del Gesso


© Graciela Iturbide


Me llamo a la búsqueda de la palabra, insisto, le pido que me pertenezca, le ruego.
¿Pero qué puedo decir yo sobre el mundo? ¿Qué puedo hacer yo mientras enciendo un cigarrillo y cae la tarde y sólo quiero escuchar el pájaro, ver volar el pájaro, buscando el reparo donde pasar la noche?

Sin embargo, la palabra me preocupa mucho. La palabra que no escribo me preocupa mucho. Quiero aprender a escribir la palabra que no escribo. Como la carne del propio cuerpo: una vez te interesas por él, te preocupas por aprenderlo.

*

No. No puedo ver qué palabras se mezclan con otras, qué hileras de oraciones se develan sin que yo pueda hacer nada con lo que le sucede al mundo.

¿Caminaste a cielo abierto una montaña de noche, en la penumbra, alumbrada sólo por estrellas que desconocías porque la ciudad habitaba en tus ojos? ¿Sentiste alguna vez caer la lluvia del verano donde caen las bombas?

Pretendo disuadirme: mi verdad no importa. Párpado abierto, párpado cerrado. No existo. Escribo ciega de mis propias pretensiones.

*

Quiero aspirar lo que no veo, las partículas de polen de las flores, las partículas de polvo de los cuerpos. Aspirar profundo el tiempo, la caída veloz de alguien sobre una red que no sostiene. Aspirar a ese alguien. Decirle: estoy ciega. No puedo verte, pero quiero hacerlo. Quiero ver tus ojos en los míos como si la gramática no pudiese contener la palabra muerte. Ver como se ven los pájaros en su danza para encontrar juntos la casa que los duerma.

Pero hay la urgencia de la letra, el cordón que une cada palabra con la otra, cada signo con su símbolo.

¿En qué palabra me busco y me desvanezco en simultáneo? ¿En qué palabra me gozo y me aplazo para regresar a lo primero? ¿Cuál es el estado de las cosas al que anhelo asistir y asir una y otra vez?

*

Creía que me había preparado durante años para esto. Para decir la palabra. Para decir con belleza la palabra. Para escribirla y pronunciarla. Para que sea mía, por un momento, breve despertar alucinado contra pronóstico. Huesito de carne dulce. Lagar. Uva destilada.

*

La palabra que no digo, ¿es falta de fe o superstición?

He malgastado las palabras del día, de la semana. He malgastado la hora tierna. He malgastado la suavidad del objeto que cae. La fugacidad del cristal quebrado.

Y ahora todo es tierra, todo es polvo. Y no digo deseo, no digo ternura. No reparo en el cauce del río, ni en la boca que se detiene para abrirse al mundo. No reparo en las horas en que la palabra me fue dada. He malgastado el instante de la creencia. El estado alucinado.

Pero no se llora. No se llora mientras se busca. Mientras se separa la piel de la fruta. Mientras la carne de la fruta resbala. Mientras se traga el alma que se pensaba hueso. Mientras se busca la palabra, no se llora. Mientras se resbala en la palabra, no se llora. No se llora cuando la flor se convierte en uva, nunca un instante será igual de salvaje.






Florencia Del Gesso (Argentina, 1986). Lectora, escritora. Formó parte de la editorial independiente Morosophos (2007-2010). Coordinó el taller El cuerpo como herramienta discursiva (2012-2015). En 2014 creó la micro-editorial de fanzines Riot Love. Publicó de forma independiente poemarios y piezas gráficas. Coordinó talleres de fotografía, autopublicación y escritura. Escribe para artistas, exposiciones, catálogos y libros. Actualmente reside en Barcelona y coordina el ciclo de poesía He salido con lámparas a buscarme allí fuera. Puedes leerla aquí.

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