recreo®

PROYECTO        TALLERES        ARCHIVO        SUSCRIPCION

COMUNIDAD DE AUTORES Y AUTORAS LEE, ESCRIBE Y COLABORA ↝  

LO QUE NO OSCURECE


A las bandurrias les gustan los techos. Picotean, clavan las garras sobre la chapa y, sobre todo, pelean. Se pelean con sonidos guturales, bramidos, resoplos, chirridos, trinos y traqueteos. Las bandurrias son aves de pico alargado, cuello amarillo y mirada inquisidora. Miden hasta 80 centímetros de largo. Son mitad pavo, mitad dinosaurio. Junto con las cucarachas, vienen de la prehistoria.

Es la madrugada del dos de enero de dos mil veinticinco. Nada cambió en año nuevo: me despiertan con sus garras sobre la chapa y mientras no puedo dormir (por bronca, por taquicardia, porque cerca de los cuarenta ya no es tan fácil volver a conciliar el sueño) busco en Wikipedia datos que puedan ayudarme a entender. La siringe es el órgano vocal de las aves que se ubica en la base de la tráquea y produce sonidos complejos por vibraciones. ¿Por qué gritan así?, ¿de qué hablan, por qué tanto escándalo, y por qué tienen tanto para decirse justo a esta hora? Me vienen despertando desde noviembre. Estoy cansada.

ES ALLI A DONDE VOY


«Escribir. No puedo. Nadie puede. Hay que decirlo: no se puede». Me escudo detrás de Marguerite Duras, de sus palabras como hechizos, para justificarme. Frente al documento en blanco, el lienzo (la inmensidad vacía, la posibilidad infinita), quiero escribir pero me sale… 

No, no me sale espuma: me sale nada. 

Desde la soledad de su casa de Neauphle, en su habitación de armarios azules, frente a una ventana determinada, ante una mesa determinada, sobre una silla determinada, bajo los ritos de la tinta negra, Duras dice que no tener argumento, no tener historia, estar desnudo de trama, es la única forma de encontrarse. «Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir».  No  soy capaz de acomodarme a esta filosofía, a esta ética de trabajo: no puedo sentarme a escribir sin saber qué quiero contar, qué pide ser escrito; sin saber hacia dónde. 

EL JARDÍN DEL SUEÑO

Sobre la repisa de la estantería blanca hay un foto nuestra en ese jardín. Estábamos las tres aunque en la imagen solo salimos Cristina y yo envueltas de libros firmados y botella de vino. Miro la imagen y mi respiración se afloja. Toda la composición es una amalgama brillante, lo oscuro como las gafas y las chaquetas de piel en contraste con el rosa claro de la copas, los labios y el cabello dorado de ambas. La mirada sostenida, de una en la otra, y la quietud impregna el lugar. Ese instante congelado en el tiempo. Era principios de mayo del 2023. Habíamos conseguido entradas para el festival literario de Charleston, al sur de Inglaterra, estábamos eufóricas y todo y la expectativa no sabíamos que esa experiencia se convertiría en nuestro refugio atemporal.

El festival se desarrollaba en un enclave idílico, la casa de Vanessa Bell y el lugar de peregrinaje del movimiento Bloomsbury en el que además participaban dos de nuestras escritoras de referencia: Annie Ernaux y Sally Rooney.

Substack
Threads
quierounrecreo@gmail.com