RESPIRAR SOBRE UN CRISTAL ANTES DE QUEBRARLO


por
Flor Vent




© Juan B. Arnaudo 


Quién no lo ha hecho. Dibujar sobre un cristal empañado. Recorrer con el dedo el vapor de agua y dejar la marca de un corazón o un smiley. A veces incluso al revés: un smiley triste, un payaso que llora. Un oxímoron.

En el libro Los trabajos y las noches (1965), de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, la tensión poética es creada por oximorones: «Ella es su espejo incendiado, su espera en hogueras frías», «Ahora, la soledad no está sola», «Me danzo y me lloro en mis numerosos funerales». En este último, además, el juego de oposiciones transpone al sujeto de la enunciación.

La obra de Lucía von Sprecher tiene como eje troncal el pensamiento sobre las imágenes como ​​entidades performáticas que participan de la construcción de lo sensible y de los discursos sociales y políticos. Utilizando los eventos de su vida cotidiana en relación a elementos industriales y naturales, crea piezas como ejercicios, gestos, conversaciones.

En Cautiverio —una obra clave para dar cuenta el camino que Lucía ha trazado—, la artista respira sobre un vidrio: a través de la indeterminación de un gesto en formación, deja el rastro, dice existo, se transpone. En 9 movimientos con un vidrio, Lucía está de pie frente a un gran trozo de vidrio, lo recorre, se tumba sobre él. Ya no es la huella sino el cuerpo. Un cuerpo que parece descansar sobre la fragilidad del material, aún a sabiendas de que si este se quiebra, posibilita el daño. Oxímoron.

En Materia Fina la artista asume otro rol, el de generar imágenes para producir un mundo. Porque ya existe, crea. O, como ella misma escribe, «todo posible exige existir». De esta manera, aquello que podría parecer accidental —encontrar y decidir recoger, por ejemplo, un inodoro de la calle— es tal vez una forma dada por un deseo previo. El deseo de abrir, de incluir y de dejarse transformar por la arquitectura que los materiales cobran al ser vistos desde una actitud poética, desde un accionar performático. Algo de la materia se pega al cuerpo y es el cuerpo quien se erige para redefinir, en las distintas esferas de lo público, nuevos espacios de conformación de subjetividad. Lucía entonces devela —nos devela— el margen de transformación de aquello que está en proceso y, a su vez, expuesto al mundo exterior: «la forma entendida en tanto que formación de situaciones» (1). Y como en todo devenir —rizoma, no raíz—, aquello que parecía impulsarla a un viaje de repeticiones comienza a diluirse. Ya no son las imágenes como una sola larga imagen, melancólica, infinita.




© Guido Grosso, Studio 1993


© Lucía Barchi




Entonces, La noche, la sombra y las almas (2), una nueva fórmula. Von Sprecher sabe —como todas sabemos— que la miran, y es en esa expansión de la mirada, en ese proceso del párpado, en esa ingeniosa aparición de la una como la otra, que ella es también quien mira. Ahora, es hacia afuera. Ahora, Lucía aguarda y recoge la sombra, su belleza, sus secretos y sus sonidos. En sus palabras, «los gestos de una historia universal archivada en los paisajes». Como si después de la repetición, reformularse significase que la inhalación sostenida puede por fin exhalarse y encontrar que la imagen que perdura es de un material que se desborda por sí mismo —como el cielo o el océano—, y así entender el poder de transformación que el desborde contiene.

Si como dice Lucía von Sprecher «lo que existe recuerda», es imperante hacer genealogía de la imagen —y de la palabra—, no sólo para proyectar la mirada hacia los demás, que a su vez nos interpelan con su mirada, sino también para proyectarla hacia nosotras mismas. Abandonar la repetida imagen melancólica que nos impusieron y transitar hacia otras formas, «desgarrar el tiempo y los espacios hegemónicos, abrir brechas para lo imprevisto» (3). Transponerse a los personajes femeninos asignados. Romper el cristal. Y desbordar el reflejo.



(1) (3) Soto Calderón, A. (2020). La performatividad de las imágenes. Metales Pesados.
(2) Von Sprecher, L. (2024). La noche, la sombra y las almas. Editorial Desierto Rosa.
64 páginas / Papel prensa / 16x25cm / 2024 / Comercio y justicia cooperativa de trabajo.
Epílogo: Flor Vent / Traducción: Lía María Marrone / Diseño editorial: Guido Grosso.






Flor Vent (Argentina, 1986) es antes que nada lectora. Estudió fotografía. Escribe y diseña. Formó parte de la editorial independiente Morosophos (2007-2010). Coordinó el taller El cuerpo como herramienta discursiva (2012-2015). En 2014 creó la micro-editorial de fanzines Riot Love. Publicó de forma independiente poemarios y piezas gráficas. Coordinó talleres de fotografía, autopublicación y escritura. Escribe para artistas, exposiciones, catálogos y libros. Actualmente reside en Barcelona y coordina el ciclo de lecturas He salido con lámparas a buscarme allí fuera. Es co-fundadora y directora creativa de recreo®. 



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