EDICIONES COMISURA:
ESOS RAROS LIBROS HÍBRIDOS
por Agustina Manuele
La forma clásica de contar una historia tiene una estructura en tres actos: presentación, desarrollo y desenlace. Los colores primarios de la luz son tres: rojo, verde y azul. En el arte, la regla de los tercios organiza la imagen en tres secciones para lograr equilibrio visual. En matemática, la regla de tres simple se utiliza para resolver problemas en los que se conocen tres valores y se busca un cuarto desconocido. En la mitología griega, las Moiras —Cloto, Láquesis y Átropos— tejen, miden y cortan el hilo del destino. En el mundo editorial, Comisura es un proyecto de tres personas «entusiastas de los libros que, además, son docentes, escritoras y editoras»: Carlota Visier, Jesús Cano Reyes y Laura C. Vela. Como toda buena historia, Comisura nació de un impulso… y algunas cervezas. Pero quizá haya que ir un poco más atrás para entender su origen.
«Por un lado había un proyecto colectivo que se llamaba Esto es un Cuerpo, que éramos Laura, otras dos amigas y yo —cuenta Carlota—. Una publicación en papel, centrada en el cuerpo, la fotografía y la literatura, nacida justo después de la pandemia». Con ese proyecto armaron un crowdfunding y funcionó. «Al final nos conoció mucha gente. Llegamos a una especie de balsita; había, por lo menos, unas 250 personas que nos han apoyado y que nos han dado dinero. Entonces, como funcionaba bien eso de unir fotografía y literatura, de repente mucha gente de literatura nos escribía. Un día, en un café, Laura, Jesús y yo... Jesús propuso un libro: El infarto del Alma, de Paz Errázuriz y Diamela Eltit. Y dijo: “Tenéis que hacer una editorial”…». Pero Jesús interrumpe el relato para dar su versión: «Yo creo que mi memoria es que fue al revés. Vosotras me dijisteis: Vamos a hacer una editorial y queremos que estés».
«Por un lado había un proyecto colectivo que se llamaba Esto es un Cuerpo, que éramos Laura, otras dos amigas y yo —cuenta Carlota—. Una publicación en papel, centrada en el cuerpo, la fotografía y la literatura, nacida justo después de la pandemia». Con ese proyecto armaron un crowdfunding y funcionó. «Al final nos conoció mucha gente. Llegamos a una especie de balsita; había, por lo menos, unas 250 personas que nos han apoyado y que nos han dado dinero. Entonces, como funcionaba bien eso de unir fotografía y literatura, de repente mucha gente de literatura nos escribía. Un día, en un café, Laura, Jesús y yo... Jesús propuso un libro: El infarto del Alma, de Paz Errázuriz y Diamela Eltit. Y dijo: “Tenéis que hacer una editorial”…». Pero Jesús interrumpe el relato para dar su versión: «Yo creo que mi memoria es que fue al revés. Vosotras me dijisteis: Vamos a hacer una editorial y queremos que estés».
LA HERENCIA ATEMPORAL
por Julia García
Desde que descubrí la obra de Judy Chicago sigo obsesionada con la posibilidad de transformación política mediante el lenguaje visual. Fue gracias a mi profesora de arte del máster de género de la Universidad de Barcelona por la que decidí investigar en profundidad el impacto de Chicago en el arte contextualizando la metodología feminista dentro de los muchos movimientos artísticos en los que ha participado. Uno de los puntos que me resultó fascinante fue el desarrollo del Programa de Arte Feminista (PAF) en la Universidad Estatal de Fresno como forma de abordar las desigualdades de género en la educación artística y en el mundo del arte en general. El trabajo colaborativo y el arte escénico, incluyendo las famosas "Cunt Cheerleaders", estudiantes vestidas de animadoras que recibían a las visitantes feministas formando la palabra cunt, fueron elementos distintivos del programa. En 1972 el proyecto docente se convirtió en la exposición colectiva Womanhouse en el que las estudiantes de arte de Judy Chicago y Miriam Schapiro junto a otras artistas invitadas plantearon intervenciones artísticas en una mansión abandonada de Hollywood. Aún hoy es reconocida como la primera gran exposición de arte feminista. Había grupos de autoconciencia donde las preocupaciones individuales sobre la sexualidad, los roles de género y los derechos reproductivos fueron determinantes en la lucha colectiva. Fue en ese espacio donde Judy Chicago creó la instalación The Dinner Room, que se convirtió en la antesala de su proyecto más icónico, The Dinner Party (1974-1979).ESCRIBAN UN TÍTULOpor Lucía Pérez
“La memoria de un viaje que…” y una foto de tres valijas debajo de la frase. Es una clase de metodología en la universidad y lo que muestra el PowerPoint desentona. Pero la profesora insiste, y como se le nota la experiencia en los hilos grises de cabello, todxs la seguimos. Se interrumpe en medio del pedido para preguntarme si nos conocimos antes, mi cara le suena. Y en efecto, nos conocimos antes. En 2020, cuando yo recién llegaba a Brasil, tuve las primeras clases de la maestría con ella. Era un Brasil sin COVID en un mundo de caos inminente. Y me sorprende su memoria porque esas clases, allá lejos y hace tiempo, no fueron más que dos, el lockdown las interrumpió justo después.
“Piensen en un viaje que tengan en la memoria, y escriban un título; sólo el título”. Lxs nueve alumnxs de la clase tomamos el papel, pensamos antes de escribir, como quien mira la ruta antes de apretar el acelerador, y escribimos. Leemos el título en voz alta y nos ponemos en par con algún/a otrx estudiante de quien nos haya gustado el título para intercambiar historias.