RICHARD FORD:
ESCRIBIR SOBRE EL REVERSO DE LA FOTO


por
Paula Dutto



© Oliver Mark


Richard Ford es un escritor estadounidense de 80 años. Ha sido galardonado con numerosos premios y traducido a diversos idiomas. Es, de sobra, un escritor reconocido en el ambiente literario. Tanto sus cuentos como novelas son una gran influencia para un montón de jóvenes escritores. Sin embargo, en esta oportunidad, voy a echar luz sobre tres libros suyos, Mi madre (1999); Flores en las grietas (2012); y Entre ellos (2018), que son ensayos autobiográficos. El segundo, más precisamente, es un libro que recopila diversas reflexiones del autor sobre temas asociados a su carrera y a su vida. Los otros dos títulos, son un retrato de su vida familiar, de su pasado.

La serie conformada por los siguientes libros ha provocado en mí la aventura de escribir algo a partir de sus lecturas. Me siento atrevida, irrespetuosa al hacerlo, tal vez porque estos libros fueron mi manera de llegar al autor, no sus novelas. Pero me fascinó completamente. Ford nos deja marcas poéticas en estos textos, tan cercanos a la sensibilidad de su propia vida, y a la de todos.

Dos de estos libros están basados en historias familiares: Mi madre y Entre ellos. El primero cuenta la historia de Edna Akin, la madre del autor, y el segundo, se centra en la relación que tuvieron sus padres, Edna y Parker Ford. Me surgen un montón de preguntas relacionadas con la escritura de la historia familiar y el afecto. Soy devota de este tipo de relatos, ya que pueden conformar una trama de entendimientos en torno a las personas. Las reflexiones sobre nuestras familias y su estructura de funcionamiento pueden ayudarnos a comprender, a perdonar y a incluirnos en una trama más grande que nosotros, lo que da lugar a la aceptación del otro. Enseñanza para este y todos los planos humanos, todos los tipos de relaciones. Y Richard Ford se mete con lo fundamental, lo primero: la madre y el padre. Nos va mostrando aquello que está escrito en el reverso de la foto, digamos, la historia de aquel que la observó, el que toma la imagen. Observamos a través de los ojos de un niño. Es él quien tiene el poder de investir su realidad con un propósito de belleza. «Un hijo único capta muchas cosas, y posiblemente más si sus padres tienen cierta edad. La imaginación de un hijo único la hacen vibrar melódicamente las cosas que sus padres dicen y no». Evidentemente, en aquel tiempo, cuando era chico y sus recuerdos muy fuertes, Richard pudo imaginar mundos nuevos estando entre ellos, pudo soñar su realidad y, en el fondo, su escritura es un agradecimiento.


Dice la nota del autor en Entre ellos: «adentrarse en el pasado es un asunto delicado, ya que el pasado se afana pero siempre fracasa a medias en hacernos quienes somos». Esta idea de mirar hacia atrás y ver la mitad de nuestro rostro, de nuestro cuerpo, de nuestra cara. Mientras, fuimos haciendo hacia adelante un camino nuevo, fuimos avanzando. Lo doble que se presiente. La historia que nos antecedió siempre será nuestra espalda incompleta. Nuestro yo tendrá la posibilidad de reconstruirse finalmente, cuando llegue el último día de su vida. Ese es el mensaje que Richard Ford parece dejar en estos relatos, que muestran lo individual y lo común, la soledad que persiste aún cuando el amor de los progenitores sea tan grande y magnífico. Entre ellos habla de ese hueco que ocupa el que nace, espacio entre dos que se conocían y amaban desde antes y ahora aman a este nuevo ser. «Los padres —por encerrados que estemos en nuestras vidas— nos conectan íntimamente con algo que no somos, y forjan una “ajenidad unida” y un misterio provechoso, de tal suerte que aun estando con ellos estamos solos».

El amor posibilita ver en el mundo belleza (a pesar de la crueldad que nos encandila los ojos en las calles y en las pantallas). Y esta mirada es lo que abre nuevas posibilidades de ser, nos amiga con nuestro pasado y presente. Tal es así, que se vuelve pulsión creativa para muchos, quienes depositan en sus letras, músicas y obras el pasado vivido, haciéndole lugar en el mundo a un nuevo destello. Estas derivas sobre el amor y las relaciones humanas también pueden leerse en el ensayo titulado El buen Raymond, incluido en el libro Flores en las grietas. En este ensayo Richard Ford homenajea a su amigo y escritor ya fallecido, Raymond Carver.

Cuando escribe sobre su amigo, Ford habla de sus relatos como un ejemplo de belleza. Y aquellos que hayan leído a Raymond Carver lo sabrán: la belleza está en el producto. No sabemos si es vida transformada, si su capacidad para sintetizar lo odioso de la experiencia humana fue tal, que la muerte tuvo que llevárselo tempranamente. «A mi juicio la cualidad más llamativa de los cuentos de Ray no era que se inspiraran en la vida (…) sino más bien que constituyeran una elección personal de su autor, la inquebrantable elección que éste hacía del arte —el cuento— como consuelo de la vida, como agente de belleza». Escribir es hablar sobre lo que nos pasa, o sobre las cosas que uno conoce. O, siguiendo el sueño argumental del autor, escribir es intentar conferir belleza a aquello que alguna vez amamos, o que nos enseñó sobre el amor. Los cuentos de Carver muestran una humanidad cruda y con defectos, pero logran retratarla sin prejuicios. El amor está en la forma en la que Raymond crea sus personajes. No los obliga ni los empuja a ser, simplemente muestra el constante errar humano y el azar como aspectos que están, existen, entre y en nosotros. La composición de sus historias llega a los corazones más duros. Hacen brotar la semilla de la compasión.

Todo lo que pueda decirse sobre la amistad es inútil. Significó tanto para ellos, significa tanto para mí. Es un espacio común con otro. En un momento del ensayo, Richard Ford explicita ciertos principios que compartían con Raymond. Esto se debía a que sus pasados, la vida familiar y contextual que les tocó, fue similar en tradiciones y valores. Así, terminarían identificándose en ciertas cosas. Por una marca del pasado los corazones se permean, y forman un tipo de amor particular. Me tomo el atrevimiento de listar todo lo que había de principios en común entre ellos. Considero que la siguiente cita no tiene desperdicio. Escribe Richard Ford: «Esa experiencia de pasados comunes y en algún momento borrados significaba algo para Ray y para mí, confirmaba cosas que sabíamos y que sabíamos que compartíamos, como: que el hecho de tener o no tener trabajo era un asunto esencial; que la mala suerte acechaba y se apoderaba de ti cuando menos preparado estabas; que aquellos a quienes amaban eran importantes y que el matrimonio era un compromiso humano fundamental expuesto a impresionantes debilidades; que los niños eran una bendición compleja porque había que procurarles agua y comida, pero sobrevivían a los padres como gesto de gratitud; y que marcharse de un lugar a otro sólo cambia el escenario, no lo que uno es».

Y aquí la trama familiar aparece como la materia prima de la que estamos hechos, aquel material, insumo, barro, con el que luego se forma la vasija. Nos sentimos más identificados con unos que con otros. Somos amigos de aquellas personas con las que podemos emocionarnos por lo similar. Brillan nuestros ojos y sonreímos. Pareciera que nos conocemos desde siempre, ¿no es así? Hay algo cierto en todo esto. Yo no sé muy bien que es, sólo me basta con evocar a mis amigas y emocionarme.








Paula Dutto, 30 años. Nació en Los Zorros, provincia de Córdoba. Es poeta y docente. Actualmente está por publicar su segundo libro de poemas: Una Temporada en la Casa. Comparte lecturas y otras bellezas en @diariodelibros__



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